El capital cultural es un concepto sociológico introducido por Pierre Bourdieu y Jean-Claude Passeron en Reproducción , que significa todos los recursos culturales de un individuo. Bourdieu y Passeron lo definen como "los bienes culturales que se transmiten a través de las diversas acciones educativas familiares". Existe junto con el capital económico y el capital social .
Pierre Bourdieu lo ve como un instrumento de poder a nivel individual en forma de un conjunto de calificaciones intelectuales producidas por el entorno familiar y el sistema escolar. Es capital porque se puede acumular en el tiempo e incluso, en cierta medida, transmitirlo a los hijos , siendo la asimilación de este capital en cada generación una condición de reproducción social. Como todo capital, da poder a su poseedor.
El capital cultural definido por Bourdieu se presenta en tres formas distintas:
La noción de capital cultural se ha utilizado ampliamente en sociología. Y su uso se está extendiendo en otros sectores al hacerse popular. Sin embargo, el concepto ha sido criticado desde entonces. En estas críticas, relativistas y ya consideradas y descalificadas de antemano en su libro -y a las que no se da respuesta- la visión de Bourdieu planteada en La Distinction, no tomaría en cuenta la cultura popular descrita por Richard Hoggart en La cultura de los pobres .
Por otro lado, la transferencia hereditaria concebida por Bourdieu desconoce los casos atípicos de personas de origen culturalmente desfavorecido y que triunfan en la escuela (y viceversa), es decir, transclases . El ejemplo de las transclases parece contradecir una sociología demasiado simple. Sin embargo, para afinar el análisis sociológico, la filósofa spinozista Chantal Jacquet en Les transclasses ou la no-reproducción propone sustituir el concepto de habitus por el de ingenium o "complexión afectiva" resultante de la filosofía de Spinoza , que determina a través de por por ejemplo un modelo familiar o no, lo transclasifica para no reproducir sus orígenes sociales.
La legitimidad de la cultura académica se opone a la legitimidad del eclecticismo, que para Philippe Coulangeon es, sin embargo, una forma más de habilidades distribuidas de manera desigual.
"Es el momento de la ruptura con Bourdieu: lejos de ser portadora de un habitus de clase, la transclase posee un ingenio tejido a partir de una historia que la determina a no reproducir sus orígenes"